Han pasado 8 años desde que Danny Havoc y MASADA dieron, en mi opinión, el último gran deatmatch de occidente. Nick Gage tuvo que salir de la cárcel para que volviésemos a tener una agrupación que le diera dignidad al estúpido arte de matarse con objetos en un ring. Estos años se podrían resumir de la siguiente manera: El deathmatch oriental tiene el problema de ser una lucha tipo Kenny Omega o Young Bucks pero con objetos, 80 mil trademarks sobre tubos fluorescentes al punto de que al final ya no importa ni la sangre ni lo que se hagan, y siento que se pierde un poco el impacto. Por su parte, en occidente siento que si tienen buen gusto por ir aumentando el drama y escalando el nivel de violencia, sin embargo, no hay muy buenos luchadores, o si alguien me dice que Tremont, Gage o Jimmy Havoc están al nivel de habilidosos que Takeda o Kodaka, estamos locos. Esta lucha, por lo tanto, fue la amalgama perfecta (como diría Arjona, el poeta), entre ambos estilos, dándonos un deathmatch al mismo tiempo brutal y lleno de momentos OMG como también con drama y emoción, viendo como la acción escalaba y nos preguntábamos que más podían hacer ambos, y con una excelente historia de cómo Jimmy Lloyd hacía lo posible por igualarse al maestro mundial del estilo a puro corazón y arriesgando su vida, digamos, literalmente, porque hasta se revisó si no se había cortado las venas un par de escalofriantes ocasiones. Espantosa lucha en el mejor sentido posible de la palabra, sé que este estilo no es para todos, pero si tuviese que recomendar un deathmatch actual para alguien que los odie, sin duda sería este. Me siento un poco mal de amar tanto esta cosa, pero estuvo increíble.
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