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Hay luchas que se pueden hacer una vez en la vida. Antiguamente la celda infernal daba esa sensación, era como en las películas cuando alguien recuerda una vieja forma de resolver los duelos, pero altamente peligrosa, e intentan convencer a los protagonistas de no hacerlo. WWE asesinó este concepto con el horrible concepto del PPV Hell in a Cell, pero jamás imaginé que podrían recuperarlo. Acá se dan varias cosas de una vez en la vida, un feudo de odio que llega orgánicamente a la celda, con ganador totalmente reservado, y con la incertidumbre de qué tan violento será. Esto último creo que es lo que lleva la lucha a ser un clásico, es parecido al ambiente de los primeros One Night Stand y preguntarse hasta donde podrá llegar WWE para mantener el espíritu del show. Acá es lo mismo pero más fuerte, WWE lleva años de poner blanco y negro o sanar heridas apenas ocurren, la duda de si siquiera habrá sangre es más que legítima. El resultado fue una lucha de odio que involucró cortes que requirieron varios puntos, ataques con una caja de herramientas que generó litros de sangre, tachuelas, escaleras del ring, mesas, etc. además de los golpes y patadas directas, siendo conscientes que no hay DQ. Debe ser un caso muy extraño de una lucha importante de WWE, que prepararon todo el año, que no sólo cumple con las expectativas sino que las supera. Hay secuencias increíbles como cuando Drew suplica clemencia y le da el foul a Punk, es una lucha que te mantiene atento por media hora porque no sabes para donde va, y cada idea parece mejor que la anterior. Lo mejor de WWE en el año sin duda.
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