El 2017 y 2016 Suzuki tuvo muchas luchas espectaculares pero lo encontraba el luchador más irregular del mundo. Podía pasar de un clásico 5 estrellas a muchas luchas de relleno, fomes y llenas de intervenciones durante los próximos dos meses hasta que nos sorprendía con otro clásico. Este año parece que Suzuki anda on fire y donde sea que lo pongan en la cartelera anda dando luchazas. Esta fue la mejor lucha del show, con Suzuki desde el comienzo desafiando a Ishii, demostrándole lo que de verdad es pegar fuerte. Lo que al principio parecía que iba a ser un espectáculo simpático tipo Keith Lee, terminó siendo dos viejos furiosos pelados pegándose hasta matarse, y fingiendo que el dolor agónico que sienten es una ilusión con tal de no ceder ante el rival, con un orgullo que les impedía caerse frente al otro. Imagino a Suzuki e Ishii peleando en un bar de la alameda por ahí por Moneda discutiendo sobre si era mejor Caszely o Chamaco Valdés y terminar sacándose la cresta espantando a todo el mundo. Suzuki por supuesto que terminaría sacándole la cresta a todos los empleados del bar como de hecho terminó esta lucha. Por si fuera poco tuvimos a Zack torturando a Yano, pero viéndose extremdamente complicado por su estilo poco ortodoxo. Una de las mejores cosas que tiene NJPW es el haber construido a Yano como un tipo que legítimamente le puede sacar una victoria de suerte a cualquiera, y el miedo que la lucha se acabara con una estupidez cuando luchaba con Sabre fue legítimo. Finalmente se reestablece el status quo y Suzuki y Sabre rinden a sus rivales. Claro, sólo para luego de la lucha Suzuki e Ishii sigan pegándose mientras discuten si Martín Vargas era un buen o mal boxeador. La visual de los árbitros y tramoyas siendo asesinados en el intento de separarlos, sumados a Yano promocionando su DVD mientras impide que se arme la grande y Suzuki lanzando las barreras del público por los aires es un espectáculo único y genial. Todo bien aquí.
¡Sígueme en Twitter para que sepas cuando publico algo nuevo.